Nos pasamos
cada minuto de nuestra existencia buscando el reconocimiento de los demás, es
algo que todos necesitamos, aunque no nos guste admitirlo.
El primer
reconocimiento por el que pasamos todos nada más nacer es el reconocimiento
médico, en el primer segundo de nuestra existencia ya pasamos un
reconocimiento, una palmadita en el culete y posterior examen médico para
determinar que “somos normales”.
El siguiente
reconocimiento que pasamos sería el reconocimiento
académico, en el cole sacar buenas notas, en el instituto aprobar el
bachilletaro, en la adolescencia aprobar la selectividad y posteriormente el
finalizar una carrera universitaria.
El reconocimiento social, amistades, hoy en
día este parece que se mida por el número de amigos que tienes en las redes
sociales, pero hoy no voy a extenderme en este tema.
Cada vez a más
temprana edad buscamos el reconocimiento económico,
hoy en día si no llevas un móvil de gama alta eres un pobre, si es triste
pero es así. El móvil se puede aplicar
con los jóvenes, y los coches con los adultos.
Y finalmente
el reconocimiento que acabamos buscando todos y en el que se nos va la mayor
parte de nuestra vida es, el reconocimiento
laboral. Los que me leéis y me conocéis (y los que no ya os cuento yo) esta
semana me he llevado una tremenda decepción relacionada con este tipo de
reconocimiento.
Yo como creo que la mayoría de los mortales,
pensamos que el reconocimiento laboral te
lo da la empresa para la que trabajabas, dándote un puesto con una nomenclatura
importante (porque lamentablemente no es más que eso), y no voy a decir un
sueldazo porque a no ser que lleves 15 años de experiencia en la empresa, el
sueldazo hoy en día no va acompañado.
La lección de
vida que hoy quiero compartir con vosotros es que el reconocimiento laboral, no te lo da la empresa para la que trabajas,
ni te lo dan tus amigos (si es que lo hacen), ni tus familiares, el
reconocimiento laboral te lo dan las personas que tienes a tu cargo, que son
las que han trabajado contigo y las que te han tenido que sufrir (como su
superior). Después de mi tremenda decepción ha sido muy grande ver que todas y
cada una de esas personas sin excepción me dedicaran las palabras que me han dedicado en sus llamadas y sus
mensajes.
Gracias
chicos, siempre seréis mi equipo.